viernes, 25 de enero de 2013

Amaral o De Guindos: ¿quién hace menos pupa?

El corazón (el de la mano) salta del volante al modo CD todas las mañanas después de un minuto de FM informativa. ¿Un minuto? Igual me estoy pasando. El cerebelo y las pestañas me piden evasión. Sí. Coto al IBEX, muerte a la crisis mundial, tajo a los mercados, cañonazo al desempleo, borrón sobre los parricidas cuyas bestialidades estrangulan hasta mi última víscera ¿Apagar el grifo de las noticias nada más amanecer? Síiiiiiiiiii. Soy periodista. Vergüenza debería darme. Pero soy humana, cachis. Y ciudadana (condiciones, ambas, por cierto hoy en discordia según los gobernantes). Y estoy hasta el potosí. O me echo unos cánticos vivificantes en la carretera haciéndole los coros a Amaral por la mañana o, si sigo escuchando en la emisora este aguacero de oscuridad que no cesa en nuestras vidas desde hace cinco años, a ver quién empieza el día con ánimo. Yo no.

Así es. Llevo meses obligándome a escuchar los boletines del arranque de jornada mientras levito al volante dirección al centro de trabajo. Me retuerzo. Me apetece cortar, escapar de la actualidad. Ehhhh. Stop. Eso no, qué clase de periodista eres tú. Es tu obligación moral. Vale que ahora ejerzas en otros jardines de la comunicación, pero la profesión no es un jersey, es tu vello corporal. Sé vikinga: no te depiles, que coges frío. ¿Leíste ayer el periódico como San Francisco de Sales manda? No uno, sino varios, de distinto palo, locales y nacionales.... No, preferí darle a la literatura de ficción en la antesala del sueño. Antes iba al encuentro de la almohada con el papelote de oficio, compañero con el que practico desde siempre la infidelidad pero compañero. Ahora la prensa cada vez visita menos mi alcoba. La he cambiado por el smarthphone, el portátil, la tablet. Orgía de dispositivos.

E-va-sión. El desaliento y la negrura que destilan los tertulianos, gurús, expertos y demás séquito de la maltrecha macro y micro economía que sale por los mass media de mi juventud me están llevando a desertar de estar al día. Está más oronda mi faceta de receptora machacada que de informadora de raza. Dos a uno en la balanza; raza lobo. Si sigo escuchando las noticias, se van a caer las pinzas que sujetan esa alegría autoimpuesta todavia a las 6.30 horas.

Lo malo es la conciencia profesional que te dice que aprovechar cada minuto de exposición a los medios tradicionales es tu obligación, compromiso adquirido en tu elección de oficio. A ver cómo saldo esta deuda con ese ángel-diablo que todos llevamos en nuestra viñeta. ¡Si estoy todo el santo día enganchada a la jungla de la actualidad online! Ya, pero esa información es muchas veces superficial, a menudo trivial, casi siempre difícil de bien-filtrar y siempre engullida a salto de mata (sin apenas pasar de titular, directa a twittear). No puntúa. Suspenso.

Las noticias en la radio de la que te vas a trabajar. El periódico entintado, con el primer cafetín; a fondo hasta donde el reloj te deje. El informativo en la tele si usas jornada partida. 7,5 y subiendo.
 
Pero es que ese notable quedó para la historia en estos tiempos de carrerón continuo agarrados al smarthpone. Además, y a eso iba, el mensaje de los tiempos no acompaña. Me hunde, más que me sacude. Y yo quiero respirar (más que nada para no ahogarme, que de héroes y masocas están llenos los cementerios). Música, maestro. "Son mis amigooooos, por encima de todas las cosas [...]". Amaral me hace menos pupa que un corte de De Guindos, a las 7.30, cuando aún no son horas de Voll Damm.

No hay comentarios:

Publicar un comentario